Necesito aire. El margen de un límite se acerca, estoy impaciente. Hay un cúmulo de ecos que hoy yerran por la habitación, sin ser invitados. Sin ser dados. Porque un eco es dado y es devuelto, sin vueltas. Aquí hay vueltas, extraños giros de los ecos que aparecen de repente, sin ser llamados. Escucho atento el reloj, son las cuatro de la tarde. Tendría tiempo de llegar si me apurara, pero ya es tarde: es tarde en la vida, es tarde en nuestra vida. La vida nos dejó solos y no puedo dejar de meditar en cómo eso pudo pasar. Es difícil imaginar cómo. Escucho la voz de una nena que me dice que no hay salida. Que hubo escapatorias, que ella las vio. -¿Por qué me decís esto recién ahora? -Porque el llanto no me dejaba hablar. Es tan tarde en nuestra vida que ya son las tres de la mañana, las cuatro.

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