martes, noviembre 08, 2005

Verúnica cae de ombligo en un almíbar de cuerpos desconocidos. Cuerpos que se saben desconocidos, pero que conoce. Sería fácil para ella instruirnos, con el ambo puesto, sobre todos sus linfocitos y cómo funcionan. Pero ella conoce más. Tanto más que conoce en ellos hasta lo desconocido. Dialoga con ella misma desde otro mundo, y se responde en voz alta una pregunta que se hizo en voz baja. Los señala y los nombra uno a uno. Apuesta que los conoce, y con tanta confianza que lo dice en voz alta, encendiendo las sombras. El arpegio de su voz encuentra un eco extrañado en cada uno de ellos. No entienden qué, ni cómo. Ella es así de brumosa, donde los demás callan, habla lo indecible. Ella los nombra, pero detrás de la sonoridad de cada nombre, oculta en el silencio lo más propio de ellos, que también conoce. Oculta, bajo cierta L, un té y un amor. Oculta una bondad infinita, detrás de otra L. Y sabe que, en verdad, las dos eles hoy son una LL tornasolada que amora y enamora. Pero también lo oculta.