jueves, abril 20, 2006

Me pregunto si el día en que forjemos la filosofía argentina, acaso no será bajo un diferente modo de organización de las estructuras del saber. ¿Cómo es que al tiempo que poseemos un acervo de grandes textos nacionales, ellos descansan sobre sí de un modo individualísimo, solo como acontecimientos de la vida cultural nacional? Sabemos que existen enormes líneas de diálogo a través de ellos, sin embargo pareciera que aún no hemos podido alcanzar el rigor preciso de un debate filosófico. Creo fervientemente que el preludio para un genuino diálogo filosófico nacional reside en una pedagogía que remueva las bases jerárquicas y opresivas que la estructuran en la actualidad y que, a cada momento, limitan el debate. Así, el atolladero para el nacimiento de una filosofía argentina se encuentra, hoy en día, dentro de nuestras universidades. Mi sospecha, entonces, apunta al modo en que estudiamos filosofía, y la pregunta fundamental reside en si es posible pensar otro modo de ocupar las aulas. Lo que narré ayer es una experiencia de la que aún no puedo separarme (¿podré algún día?) por lo próxima que todavía me resulta, pero que da cierto respiro para una tarea que deja sin aliento.