Cierto viejo olor que
vuelve me destierra como lugarteniente, una mixtura de zándalo y sangre me despiden desde su interioridad hacia el borde de la experiencia. Me confina lejos, aún dentro de mi propio templo. ¿Cómo seguir diciendo que es
mi templo si me han robado el templo y la templanza, todo de un tirón? Elevada entre jazmines, ella es la que hoy retorna y se dispone a mandar, dejándome a mí en el límite de
sus dominios. Al mí le ha sacado todo lo mío.