Mi cuerpo es devorado mientras avanzo, a tientas, a través de las calles de la noche. La calma que anidaba entre las sombras ha huido. Camino solo por primera vez en décadas, y con los pasos advierto que los he descuidado demasiado. A ella y a su hermano, el silencio. Extraño el refugio que la serenidad me guardaba en su cuenco oscuro, ocultándome con abrazos renovados. Hoy soy un extraño y la hondura de sus cavidades me son hostiles. El tiempo pasa y desespero.

<< Home