Desde aquí me vi desnudo, allá. Los sueños que me envolvieron anoche, hoy me dejan tendido en aquella cama y me contemplo desde cerca. Veo cómo me acaricia, cómo me toca. Siento sus suaves dedos sobre mi pecho, mi rostro, mi barba. Ella me dice algo, escucho que me habla, pero la voz es tenue y se apaga lentamente como una llama. Me apago junto con ella, como una débil llama. Pero también estoy acá, descubriéndome agonizante. Me muero y, a un tiempo, me veo morir. El dolor se multiplica y, en su argucia, se vuelve sofocante.

<< Home