viernes, agosto 26, 2005

En el cuarto contiguo se deshace una delicada figura, callada y consumida en un lamento infinito. Las paredes juegan en ronda, y cayendo perpetuamente sobre ella, al ritmo del dolor inacabable, los gritos la desgarran en silencio. Sangre oscura, profundamente azulada, desborda de mis costados. En su goteo sin fin se viste de colores y baila, burlona. Dulce es mi sangre, tan dulcemente amarga.