domingo, julio 02, 2006

Ya no es la tristeza cuyas páginas leímos una y otra vez. Su caligrafía es ahora enigmática, mientras su trazo ajado marchita las caras frescas y adolescentes de nuestro espíritu en la extensión de su permanente necesidad por asirla. De uno u otro modo es un problema más de comprensión o, lo que es lo mismo, de la imposibilidad absoluta del conocimiento. Pero en este costado del saber, o mejor, del no saber, uno se juega la misma vida. Y releemos otra vez, ahora sí, que la vida es juego.

jueves, junio 29, 2006

Cuánto cuesta ser niño, pero cuánto ser adulto. Lo improbable del pasaje, de ese límite que existe pero a la vez no, se resume en lo difuso del momento en que irrumpe una verdad. Nadie nos la dice pero, al mismo tiempo, la oímos por todos lados.

domingo, junio 25, 2006

Nunca lo miré tanto. El mar está ahí, al alcance de la mano y, sin embargo, nunca. En el balcón, todo transpirado, después de tanto mover cosas de aquí para allá, encontré el sitio indicado para descansar. Mi espalda recostada contra la inmensa pared (que no hacía más que respirar salitre) ya no sentía frío, aunque el viento no había mermado ni un ápice. Y allí desde el piso veía entre las maderas de la baranda cómo crecía enorme y manso. Hacía años que no iba a la costa en invierno, pero junio creo que es un mes especialmente singular. No hay nadie y, en la ausencia, uno vuelve la cabeza hacia el mar, tal vez buscando algo. Siempre estamos en la búsqueda, aunque en general no hallemos nada. Y sin embargo, ahí estaba él, espejado y, a la vez, espumoso, aunque suene paradójico. ¿Cómo pudo ser que todo este tiempo haya sido algo más? En ese mar, y temo decir en el mar porque dudo que en lo próximo se muestre, apareció.

viernes, mayo 19, 2006

Llorar un río,
y en el vacío del río:
“no me río, sonrío”

Son-río.
Hijo del Río.

Padre Río,
sigue el llanto
y el baile,
sueña ya.

(y sombría,
la carcajada del mundo
cubría
el llanto de tu canto)

sábado, mayo 13, 2006

"Había corregido el pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunque profundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental: la noche en que por fin vio su propia cara, la noche que por fin oyó su nombre. Bien entendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestro símbolo.) Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es".

J. L. Borges, Biografía de Tadeo Isidoro Cruz

jueves, mayo 11, 2006

cuánto y cuánto

cuánto dura el día
cuánto la poesía

en otro tiempo,
días más cortos
y poetas

no es novedad,
los poetas han muerto,

los días, eternos

cuánto quisiera yo ese tiempo más corto
cuánto haber sido poeta
(no seguiré mostrando más páginas por el momento)

martes, mayo 09, 2006

página tres

Rojo sangre era el punto de fuga de su vestimenta, llevaba un solo prendedor en su mochila negra. No tenía insignia alguna, era puro rojo. ¿Seguiremos reponiendo todavía esa vieja filiación con la que procedió el futurismo cuando asociamos el rojo con la violencia? Extraño la voz que aunaba al rojo con el demonio, voz con la que desayunaba todos los martes por la mañana en una vieja casona, enorme y antigua. Decía que a su edad lo único que quería en la vida era hacer solo dos cosas, tomar café y fumar. Lo entendía, su cuerpo estaba exhausto. Toda su generación estaba rendida y acabada, y si había vuelto a Buenos Aires después de un largo exilio era para caminar por Corrientes codo a codo con viejos amigos y, tal vez, llorar acompañado. Esas mañanas, entre nubes de humo, escuchaba unas roncas y místicas palabras que recurrentemente discurrían sobre un posible dios y el demonio. Cómo gesticulaban esos bigotes en una exaltación, para mí, tan fascinante y a la vez peligrosa de lo demoníaco. Herético. Era y se consideraba un herético y, como quien no quiere, se justificaba al pasar diciendo que no hay nadie más virtuoso que quien elige lo que debe creer. (¿Puede uno elegir lo que debe creer, mamá?) En lo improbable de esa sombra se iluminaba lo que para mi joven conciencia todavía permanecía opuesto y hostil: revolución y religión. “El rojo del demonio –dijo una mañana- enceguece y deslumbra por su esencia más pura, la de no obedecer a nadie más que a sí mismo, por más que el que demande obediencia se erija como su creador y Dios supremo”. Desde ese día el rojo se convertiría en el color de la resistencia. ¿Matar? Quién sabe si un anarquista no se ve obligado a afirmarlo cuando se encuentra en la contradictoria situación de “matar o morir”, pero es en la afirmación de la vida en la que persiste hasta el día de su propia muerte. Mientras tanto, el rojo seguía avanzando por la calle Libertad sobre un fondo negro bien definido hasta que se detuvo, súbitamente, ante una alta y sólida puerta de madera. Alzó el brazo para tocar el timbre que se encontraba, para lo normal, demasiado alto. Lo alcanzó sin elevarse.

lunes, mayo 08, 2006

página dos

“Anarquistas eran los de antes” me dijo un viejo una noche fría, cuando todavía compraba La Protesta en un puesto de diarios a dos cuadras de la estación Constitución. Me miró con un gesto adusto como para que le dijera algo, y todavía no sé porqué callé. ¿Sospechaba ya en esa época que el pasado albergaba algo que hoy nos está vedado? No lo sé, pero callé como en ese otro momento lo hacía la calle que solo dejaba escuchar los crujientes pasos de una figura que, intuía, era anarquista. La calle callaba y un paso sucedía a otro, como si en cada uno de ellos se abrigara una presencia irreductible. O mejor dicho, lo fatal. La fatalidad de un yo que no puede sustraerse a la contemplación de sus propios pasos. Más pasos en la conquista del yo. Y ahí estaba yo, dando esos pasos. ¿O era que seguía a alguien? Yo sin yo, como un yo-yó de madera. Bronco se llamaba el que tenía cuando era más niño, bonito nombre para un animal. Los chicos hacían miles de artimañas con él mientras yo me divertía arrastrándolo por el piso como si fuera mi caballito. Por eso no le cambié su nombre de fábrica, Bronco era mi potrillo. Por impaciencia o torpeza nunca me detuve en aprender los arduos trucos con los que se entretenían los otros chicos cegados por el afán de competencia, la esencia del yo-yó para mí era una sola: lanzarlo hacia abajo y recogerlo. Que gire sobre sí y vuelva. Uno nunca puede retenerlo absolutamente para sí, siempre perdura la necesidad de que se vaya. Atraparlo para luego soltarlo, guardando la confianza en que va a volver. Y aunque uno no quiera, siempre se guarda algo para una futura restitución. La confianza o lo que sea. Va para volver, para volver a ir. ¿Y si no sucede? Es posible que se enrede todo el hilo, pero en eso consiste el juego. Y seguía caminando por la calle Libertad, arrojado como el yo-yó, un poco bronco y un poco huidizo, pero dispuesto a seguir la pista. ¿Cuándo se detendría? Su oscuro atuendo fundido con botas y anteojos negros obligaban a pensar que nada se interpondría en su andar. Parecía un comando pronto a actuar, ¿estaría dispuesto a matar?

viernes, mayo 05, 2006

página uno

Caminaba por la vereda de enfrente. Veía cómo caminaba y no dejaba de pensar que tarde o temprano combatiría con aquellos ojos oscuros en una mirada directa. Y así siguió, cuadras y cuadras. No podía entender cómo caminaba tanto. Desde el Parque Lezama, donde bajó del colectivo siguiendo a esa figura casi en el modo de una persecución, no paró de caminar hasta atravesar la capital entera. Paseo Colón, luego su continuación, Leandro N. Alem, para finalmente subir por Perón. Dejar el bajo y escalar al centro por Teniente General Juan Domingo Perón. Recuerdo la imagen de un entrañable y caprichoso socialista que nunca iba a dejar de llamarla Cangallo. Nunca mientras estuviera vivo. ¿Perón o Sarmiento? Una al lado de la otra, juntas. Dos calles, dos hombres. “No, Sarmiento no… -dijo una vez el tachero- siempre subo por Perón”. Dejar el bajo para elevarse: ¿Sarmiento o Perón? "Perón nos dejó parados" decía el tachero. El otro solía caminar por Sarmiento y sentarse en un barcito luminoso a leer el diario tomando un café, pero ésta no era la ocasión. Podría haber escrito una catilinaria, a la Martínez Estrada, contra quien “personalizaba todos los males de la nación”. Siempre se le iluminaba la mirada cuando evocaba esa transmisión de radio del ´55. Lograba un tono de voz áspero imitando la voz del locutor y el relato se coloreaba apasionadamente, como si fuera un gol de Boca. Su voz siempre se quebraba cuando llegaba la parte de “huye el tirano”. Si hay algo que comparten el fútbol y la política es el sentimiento. Y los que hablan de racionalidad y acción comunica(qué??) están errados, lo demuestran los hechos. De boca y antiperonista. Gorila y bostero. Del cuadro de los colores más gloriosos respondía cuando le preguntaban de qué equipo era, y sonreía. Nunca dejó de sonreír. Y mientras tanto seguía la caminata, o más bien el acecho. Por Sarmiento, ¿o era Perón? No importaba, tarde o temprano ambas confluían en Libertad. Ya empezaba a palpitar: esa calle la tomaba un libertario o alguien dispuesto a comprar algún pasacassette robado. Y no se detuvo en ninguno de esos cuchitriles, era anarquista.

Continúa y continúa.

lunes, mayo 01, 2006

"Para evitar el contagio, en una sociedad que agoniza corroída por la avidez de dinero y honores; tenemos que concentrarnos en nosotros mismos y adoptar un cierto estoicismo. Debemos aislarnos; y bastarnos a nosotros mismos. Pero esta resolución persistentemente realizada puede conducir a la pérdida de todo deseo, a la abulia, a la negación de la salida que se quiere preservar. Es preciso que sintamos el esfuerzo para despreciar lo que nos rodea, que tengamos que luchar contra nuestra necesidad de expansión, de comunión con los demás seres. Si llegásemos a desinteresarnos de nuestros semejantes, tranquilamente, sin pena; valdría más volver a la vida del vulgo."

Macedonio Fernandez, notas conservadas en un cuaderno fechable en 1896.

jueves, abril 20, 2006

Me pregunto si el día en que forjemos la filosofía argentina, acaso no será bajo un diferente modo de organización de las estructuras del saber. ¿Cómo es que al tiempo que poseemos un acervo de grandes textos nacionales, ellos descansan sobre sí de un modo individualísimo, solo como acontecimientos de la vida cultural nacional? Sabemos que existen enormes líneas de diálogo a través de ellos, sin embargo pareciera que aún no hemos podido alcanzar el rigor preciso de un debate filosófico. Creo fervientemente que el preludio para un genuino diálogo filosófico nacional reside en una pedagogía que remueva las bases jerárquicas y opresivas que la estructuran en la actualidad y que, a cada momento, limitan el debate. Así, el atolladero para el nacimiento de una filosofía argentina se encuentra, hoy en día, dentro de nuestras universidades. Mi sospecha, entonces, apunta al modo en que estudiamos filosofía, y la pregunta fundamental reside en si es posible pensar otro modo de ocupar las aulas. Lo que narré ayer es una experiencia de la que aún no puedo separarme (¿podré algún día?) por lo próxima que todavía me resulta, pero que da cierto respiro para una tarea que deja sin aliento.

martes, abril 18, 2006

El segundo cuatrimestre del dos mil cinco nos anotamos en Problemas de Ética. Y bien digo nos, en plural, porque desde el mismo momento en que, el día de inscripción, éramos codificados por las máquinas de la Uba, aquello sucedía en conjunto. A diferencia de cuatrimestres anteriores, en donde uno elegía anotarse en las materias por horarios e intereses personales, en esta ocasión intervino un factor más: la necesidad de confluir en un curso, y que nuestras discusiones tuvieran un eco más amplio. El lector inquieto ya estará preguntándose: ¿Cuáles eran sus discusiones? Creo que no podría contestarlo con propiedad, lo que sí palpita con fuerza en mi espíritu son las marcas de la contorsión que me produjeron ciertas experiencias que compartí desde mediados de junio con personas de una enorme nobleza. Recuerdo que después de una iluminada discusión sobre la muerte, en la mesa de un bar que nos había reunido azarosamente (y hoy habría que meditar si fue tan azaroso como lo pensamos en esa época) al finalizar una cursada de Problemas de Metafísica, Luciano pronunció unas palabras que para algunos de nosotros serán imborrables por el resto de nuestras vidas: “¿por qué esto tiene que quedar acá?”. Tan imborrables como el asombro que despertó la simplicidad de una pregunta, que dicha hasta en el modo de un susurro, puede hacer temblar todas las estructuras de un sistema que está acostumbrado a engullirnos diariamente sin gran dificultad. La propuesta indicaba dar un paso más acá de la currícula normal de la facultad para discutir algunas cuestiones que nos apremiaban. Estábamos a la altura de ese desafío y, en efecto, la semana siguiente nos volvimos a encontrar allí. Con el devenir de esas reuniones empecé a conocer con hondura a muchos que hoy puedo decir son mis amigos, porque en verdad al único a quien conocía hasta ese momento, y con el cual compartía una complicidad desde la cual sabía que contaba con un compañero, era Luciano. Javier, Luciana, Paula, Pablo, Pedro son los nombres que resuenan en mi memoria cuando evoco aquellas primeras reuniones. Con el tiempo se fueron acercando muchos más con los que todavía existe un fuerte vínculo, pero los que confluimos en el práctico de Problemas de Ética fuimos casi todos aquellos con los que compartimos aquellas primeras reuniones (“Los que confían en el azar son pobres de espíritu” leemos en un pequeño libro amarillo que se titula Cómo ganarle al casino). Había una fuerte pulsión por los temas que allí se tratarían, y en los pasillos se comentaba que quien estaba a cargo de los prácticos del lunes abría un espacio para la discusión. De todos modos nunca imaginé que los temas que abordaríamos en el práctico fueran tan lindantes con lo que nosotros estábamos charlando. El 16 de Julio yo proponía un debate que un mes más tarde volvíamos a tener como diferencia y repetición en el marco del práctico. Aquél día yo escribía:

“Hay un impulso, un reposar sobre algo que nos entraña. Hay una fe, una creencia, un punto de partida en la que yace todo (nuestro) pensar y confianza. Es parte de nuestra biografía, y no es algo de lo que debamos renegar. Al contrario, es algo que debemos asumir. Sentir la muerte, para mí, es el impulso que guía el pensar. Por una parte una muerte obligada, una muerte intencionada: el asesinato, el totalitarismo. Una violencia contra la que debemos luchar, como podamos, desde donde podamos. Pero también, una muerte inexplicable y mucho más aterradora que la abarca y la excede: la muerte como sin-respuesta, ante la que nada podemos hacer. Se trata, por un lado, de la muerte como fin de la vida, y, por otro, del matar como medio. He aquí lo que nos convoca. Y este convocarnos no es meramente retórico, Paula lo ha señalado: es la muerte la que nos ha reunido por primera vez en una charla. Deberíamos volver a ello, ¿pero cómo? La realidad histórica aparece como un posible retorno. En efecto, también hemos acordado que uno de los imperativos es pensar nuestra realidad. “Nuestra realidad” he dicho. Qué problemático. ¿Qué sería nuestro, qué no?. El “nuestro” en general remite a Buenos Aires, cuando no a Capital. Es difícil que así no ocurra, ya que no salimos mucho de esta (nuestra) cueva. Sin embargo, las realidades que nos atraviesan se extienden mucho más allá de lo que actualmente transitamos. Cuando hablamos de subversión, de dictadura... y consecuentemente de muerte, la realidad se extiende infinitamente. Así también el pensamiento. Y sin embargo creo que también continúa siendo nuestra realidad y nuestro pensamiento. Hemos de hacernos cargo. Por poner un ejemplo: Córdoba. Luciano acá está en ventaja, ¿quién va a buscar una novia hasta allá? Solo un espíritu audaz puede aventurarse en ello. “No nos tiremos flores, Alejandro”. No nos tiremos flores, no. Seamos audaces. Aventurémonos, por lo menos, a bucear un poco en el pensamiento cordobés. Allí el pensamiento es frondoso, y, en general, desconocido entre nosotros: Oscar del Barco, por nombrar a un “filósofo argentino” perdido en el monte. ¿A qué viene todo esto? En una revista cordobesa llamada La intemperie, desde fines del año pasado se viene sucediendo un debate en torno a lo que nos convocaba. El “no matarás”, la muerte y la violencia desde una realidad histórica que nos une: la década del setenta. Que sea una excusa para desplegar ciertas cuestiones que nos apremian.”

Aquello que una tarde de invierno discutimos entre nosotros en el bar La Academia, volvimos a hacerlo en el práctico de Problemas de Ética. A partir de ese renovado debate sobre el “no matarás”, conocí(mos) a grandes tipos como Gabo y Martín, siempre apasionados por movilizar la discusión. Discusión que estuvo mediada, a lo largo de nuestros encuentros de los lunes, por otra de las cuestiones que urgían en la hora: el paro docente y cómo evitar que éste terminara siendo meramente lo que fue, una reivindicación salarial. Al finalizar la cursada de Problemas, en diciembre, decidimos abrir un espacio para discutir las monografías que habíamos producido, en gran parte, para acreditar la materia. Digo en gran parte porque en general siempre nos costó mucho escribir por motu propio y, en efecto, antes y después de aquellas monografías ha habido grandes silencios en cuanto a lo escrito. Debo decir que el nosotros empezó a dibujar mejor su contorno a partir de las tres reuniones de discusión posteriores al práctico. Era un nosotros más amplio que aquél que existía al comienzo de la cursada. Y con esto no quiero decir que hay un nosotros preexistente al que accidentalmente van adhiriéndose algunos más. Todo lo contrario: existen y deben existir miles de nosotros. Es saludable que así sea. En este nosotros, además de Javier, Luciano, Luciana, Gabo y Martín, también está Mauricio, a quién conocí en la primera clase de Problemas de Ética. Recuerdo que él estaba sentado justo adelante mío y yo, mientras él hablaba, no veía más que su largo pelo castaño claro. La incómoda situación en que estaban dispuestos los bancos, todos en dirección al pizarrón, ayudaban en cierta medida para que estuviéramos atendiendo, mas no discutiendo (de esto, claro, no me había dado cuenta yo, sino Foucault). Entonces, fue la necesidad de vernos los rostros como punto de partida (y solo como punto de partida) para establecer cualquier discusión, la que hizo que alguien propusiera cambiar la disposición de los bancos. Acaso ese primer paso sea ineludible para entablar cualquier diálogo, pero a lo largo de la cursada uno pudo comprobar que ese no es el punto de apoyo central a partir del cual se sostiene lo que grandilocuentemente podríamos llamar el sistema. Tal vez sí es el paso más fácil de dar, pero con ello no se está ni siquiera empezando. Lo necesario, antes que nada, es cierto compromiso. Los que compartimos ese compromiso a lo largo de toda la cursada de Problemas de Ética somos los mismos que luego nos reunimos a discutir nuestras monografías y los que hoy estamos buscando algún modo de articular un proceso de intercambio más amplio con una intervención, tal vez, en el próximo Congreso de Filosofía de la Historia.

La palabra compromiso puede tener muchas aristas engorrosas, pero trasmite un sentimiento preciso que intento comunicar, si es que algo puede comunicarse. Gabo fue el que más insistió en que cada uno escribiera una genealogía de lo que había sucedido dentro de la cursada. Yo, a decir verdad, no veía en eso nada promisorio. Sin embargo, aquí estoy escribiendo este pequeño texto que intenta ser una respuesta a su pedido. Es en la materialidad de estas palabras que se palpa la marca de un nosotros que no podría existir sin el compromiso en el que reposa.

domingo, abril 16, 2006

Una sensibilidad crispada aguarda del otro lado de la puerta. Pese a su convulsión interna, ella permanece cálida y serena. Su espera ha sido larga, y en su pasividad no puede más que demorar el encuentro (con ganas o sin ellas). Desde hace tiempo que nuestro espíritu se encuentra ajado y mustio, y sin embargo de tanto en tanto nos exaltamos al imaginar que tal vez con un estirón más, poniéndonos en puntas de pie, podríamos manotear el picaporte. Soñamos con un asalto a la sensibilidad, como en otra época alguien soñaba con asaltar un palacio de invierno, pero el picaporte parece cada vez más elevado. Inalcanzable. Lo único que resta es la espera y la muerte. Esperamos la muerte. Esperamos que, antes, la puerta se abra desde adentro. O tal vez después, no importa. Lo que esperamos es que se abra.

Fragmento de Anarquistas de A.B.
No quiero
hablar con
él,

quiero que
él
me hable.

Más allá de
todo
y de un posible
dios.

sábado, abril 15, 2006

Prefacio para una novela en curso.

Escribir es una jactancia, y toda jactancia oculta detrás de sí un duelo. En la escritura, el duelo se despliega entre dos fuerzas que se confrontan, se abrazan y luego se apartan para volver a estrecharse. Sería difícil decir que no hay dos modos de escribir, uno transido por la soledad y otro por el amor, pero prefiero imaginar que hay una potencia que subyace a toda escritura y que es la misma condición de posibilidad de cualquier duelo y cualquier palabra. Me atrevo a decir más, es ella misma la que nos enfrenta a la posibilidad de figurarse el amor y decir algo tan sutil y a la vez tan común como “te amo”. No es otra que ella la que nos deja sin aliento ante la nada, y la que nos impulsa a hablar del vacío. A esa potencia la llamaré desmesura.

Debo confesar, de algún modo, que esta nouvelle, que no es cualquiera, sino la primera, soporta en su superficie esta inevitable tensión que está a la base de cualquier escritura: la del amor y el hastío. Pero también hemos dicho que ella reposa sobre cierta hybris fundamental. En esta ocasión no he podido desocultarla, y es algo que me reservo para más adelante. Debo admitirlo de una vez, estas páginas comportan en su seno cierta superficialidad, y que una primera escritura sea superficial no debería sorprender a nadie, pero era necesario advertirlo.

martes, abril 11, 2006

La muerte y la doncella / Schiele
Tarea de hoy. Abrir las tragedias de Sófocles y leer lo primero que aparece a la vista.

"Cásate; si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para un hombre."

lunes, abril 10, 2006

Mecánica inesencial de un temporal: responder a una petición. Partición. Me cortan los nervios y estalla la filosofía (de mi cuerpo). ¿Mi cuerpo? Un ensayo permanente de ruptura: el destierro en persona, fuera de zona.

domingo, abril 09, 2006

En tiempo de condescendencias, uno busca su contienda. En otro tiempo, uno sueña después de acostarse. En una época hubo postres y abuela revolviendo arroces. Hoy no puedo más que cocinar once minutos y revolverme el alma con un cucharón de madera que, en su mitad, contiene una iluminación viole(n)ta y cegadora.
Todos hacemos lo que podemos y, casi siempre, es poco.

viernes, abril 07, 2006

"No hay nada sobre la tierra que tienda con tanta fuerza a la belleza y se embellezca con mayor facilidad que el alma... Por eso muy pocas almas resisten en la tierra a un alma que se entrega a la belleza".
Maurice Maeterlinck

jueves, abril 06, 2006

De la mano y con dos valijas. Nos veo desde atrás, caminando. Cada uno, en una mano, una valija. En la otra, tu (mi) mano. Yo, tú (¿él?)... en medio de una valija y una mano, en un perpetuo contoneo que está obligado a nunca estabilizarse. Ambos sabemos que nos abatiría cargar, solos, con el peso del equipaje. Por eso nos tomamos de la mano. Y casi como aceptando que el destierro fuera un incesante desbalanceo que no acaba, nos miramos y decimos a viva voz, histéricos: no acabes. No puede hacerlo, pero se lo recordamos. En todo caso, muere. Y decimos: ¡Muerte! Ahora, ¿hay algo detrás de nosotros? ¿Hay algo que nos está mirando? ¿Hay algo que nos escucha? Y si no: ¿por qué hablamos y miramos para atrás?

(¿Por qué algo y no más bien la nada?)

lunes, marzo 27, 2006

Conceptos a desarrollarse en lo sucesivo.
Cabe preguntarse por el temor, por el resto de lo innominado y, en el límite, por lo puro. Como si el residuo de lo exterior confluyera, en un punto, con lo bello de la pureza. Residuo y belleza como dos monedas de una misma cara, o dos caras de mil monedas: monstruosas y, a un tiempo, angelicales.

domingo, marzo 26, 2006

Me están desarmando de a poco. Anoche perdí el guardabarro y ahora no sé qué hacer con el fango. ¿No quedará otra más que tragármelo todo junto? ¿Y si después vomito? ¿Y si vomito arriba tuyo?

miércoles, marzo 22, 2006

...................................... A Luciano

Me he (han?) derrumbado.
Arrumbado
y olvidado.

Bajo llave,
como a un célebre
general
ísimo

¿Particularismo?

Inventaríame
de
bajo

(cabe-con)
cabezón
cora-zón

Inventaríame,
en lo
lindante



corazón
zon-zón

lunes, marzo 20, 2006

Péndulo. Juega el péndulo sin dejarme jugar a mí, escondiéndose. Comprimo mi pecho con toda mi fuerza, lo contemplo desde abajo, pero él se mantiene imperturbable. Se balancea con seguridad, señalando -sin ambigüedad- parajes opuestos ¿Acaso podría yo detenerlo con mi respiración? Es él quien juega conmigo, juega sobre mí. Con mis manos, sobre mi cabeza.

miércoles, marzo 01, 2006

Me he zambullido en una contienda de animales irascibles. Nunca había presenciado nada igual en el recodo de mi voluntad, pero ahí están ellos… enmarañados no dejan de extrañarme. ¿Qué puedo hacer yo, aquí, tan ajeno a todo aquello que allí sucede? Ni siquiera puedo concebir del todo qué es lo que está en disputa, tampoco sé si al cabo de la lucha alguno se abalanzará sobre mí. Por lo pronto estoy expectante, a la espera de una señal: daré batalla.
Estamos sobre un glaciar, depende de nosotros empezar a caminar sobre la superficie helada que está a nuestro alrededor. Supongamos que se deslizara ante mis ojos, en este momento, toda la tropa de incendiarios que me hostiga en mi palacio, ¿qué quedaría de todo esto? En el fondo lo que me reunió allí fue un cálido frío que renegaba de todo lo demás. Eso fue lo que deslumbró, la posibilidad de encontrar finalmente un remanso. Allí no es posible desear el fuego, ni imaginarlo. Hay algo que excede la poesía en todo eso, algo que las letras no pueden desandar con su aliento. La poesía respira de un modo hueco, más bien seco, que propicia un fuego que uno es llamado a alimentar con yesca o leña. Así, el paso de poeta a incendiario es tan corto como el trino de una campana. Allí, en cambio, se da paso a una espera húmeda que aletarga la marcha y los impulsos. Sigue en pie el llamado, pero ahora se alza como un perfume fresco que suspira porque nademos hasta la otra orilla, para luego regresar. Para luego siempre regresar.

lunes, noviembre 28, 2005

Un cielo de vainilla cubría la ciudad la mañana de un día que ya se respiraba eterno. Su impronta también resplandecía en cada flor que llovía de las copas florecidas de los jacarandas de Plaza Once. Más tarde, en el Parque Lezama, contemplando el mismo diluvio de jacarandas, pude terminar de comprender aquello que decía el más grande de los filósofos en el Timeo: que el tiempo es una imagen móvil de la eternidad. Y no sólo la vi, la imagen de la que habla Platón también se respira y se escucha. Pude palparla con mis manos, a su vez, tomando una violácea flor del piso. En un instante de lucidez la miré a los ojos, pude ver detrás de ellos, y le dije bajito, para que nadie me escuchara, que la guardara en su libro. En una flor regalé la eternidad. Hoy descubrimos que el amor dura el estremecimiento que una flor demora, en su caída, en acariciar el relieve de la tierra. Y esa convulsión, no está de más decirlo, es eterna.

sábado, noviembre 19, 2005

Dadme
un astrolabio
para medir,
con mis labios,

lo trágico

pesa
lo mismo que
espesa

muerde,
siempre
a destiempo,
en la menta del amor,
nos lamenta

Abrevia las
nucas
y los
besos,

al tiempo
que
besa
y embelesa

lunes, noviembre 14, 2005

La melancolía me cita, a través de uno de sus más altos discípulos, en un bar de Buenos Aires. Debo preparar todos los detalles, anidar en la melancolía no debe ser una tarea sencilla. Ahora, me pregunto: ¿se la podrá integrar? ¿o ella es esencialmente pura difusión? Dos cuestiones que se abrazan y se apartan para volver a estrecharse: ¿es posible repujar la melancolía como un todo? ¿es posible constituir un grupo melancólico? ¿No es acaso que ambas cosas son por esencia imposibles, y por eso mismo tan atractivas? La misma cuestión se dispersa y el grupo, como esclavo, la sigue... ¿o es al revés?. Una cosa es segura, ese día saldré a la calle con mi túnica violeta al encuentro del relieve de las lágrimas del mono.

.

Yo quiero cautivar tu desesperación, oh mono adiós.
Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono adiós.
En los embarcaderos el color encendido en tus ojos tiene
...tanta fe.
Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.
Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.
Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza mi alma
...con el mundo.
Francisco Madariaga, Lágrimas de un mono.

viernes, noviembre 11, 2005

"La rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos"
Alejandra Pizarnik, El árbol de Diana

jueves, noviembre 10, 2005

Saltarina
en la rompiente,
duna
ca.. la.. da

Cuéntame,
en una promesa
de ámbar,
el océano

cuenta
cuanto
cuento
abraces

Cuéntame

miércoles, noviembre 09, 2005

¿Qué es ocultar? Desocultar para volver a ocultar. La respuesta por el qué parece no revelar nada, el ocultamiento se oculta en el modo de esa pregunta: el lenguaje oculta al ocultarse. ¿Y si preguntamos cómo es que uno se oculta? Mejor no preguntarse tanto si preguntar. Para ocultarse uno debe estar previamente a la vista, salir del pañuelo y mostrarse, para luego volver a la plazoleta del vacío. Pero... ¿cómo entrar? Un tobogán en la comisura del cúmulo nos lleva directo, al resguardo de una sola necesidad: vaciarse, escabullirse en la madriguera y apresar al vacío con los dos brazos, con las dos manos. Ocultarse y vaciar el alma de almendra y garúa, de tálamo y álamo. Vacío de bambú y espanto, de pálpito y olvido. Vacío al horno con papas. Vacío y oscuro, oculto y vacío.

martes, noviembre 08, 2005

Verúnica cae de ombligo en un almíbar de cuerpos desconocidos. Cuerpos que se saben desconocidos, pero que conoce. Sería fácil para ella instruirnos, con el ambo puesto, sobre todos sus linfocitos y cómo funcionan. Pero ella conoce más. Tanto más que conoce en ellos hasta lo desconocido. Dialoga con ella misma desde otro mundo, y se responde en voz alta una pregunta que se hizo en voz baja. Los señala y los nombra uno a uno. Apuesta que los conoce, y con tanta confianza que lo dice en voz alta, encendiendo las sombras. El arpegio de su voz encuentra un eco extrañado en cada uno de ellos. No entienden qué, ni cómo. Ella es así de brumosa, donde los demás callan, habla lo indecible. Ella los nombra, pero detrás de la sonoridad de cada nombre, oculta en el silencio lo más propio de ellos, que también conoce. Oculta, bajo cierta L, un té y un amor. Oculta una bondad infinita, detrás de otra L. Y sabe que, en verdad, las dos eles hoy son una LL tornasolada que amora y enamora. Pero también lo oculta.

domingo, noviembre 06, 2005

El amor dura cinco minutos, como tomarse un té. Quien sabe sabrá: mejor tomarse un té. Yo voy a aprender de una buena vez a tomarme un té bien amargo con limón. No hace falta edulcorarlo, como está es más azucarado que el beso que turba. Y después, al rato, un sobrecito de azúcar... y otro... y otro. Despertar azucarado, bañarse con azúcar y repujar el algodón de azúcar con mis manos. Hoy comemos azúcar con azúcar, pero sin amor. Ni amor a caballo. En todo caso, a caballito... a remontar barriletes.

sábado, noviembre 05, 2005

"Sí, Yahveh, tu rostro busco: no me ocultes tu rostro"
Salmo 27, 8

viernes, noviembre 04, 2005

Zozobrar en tu nimbo, en el limbo de tu nimbo, contra cualquier pronóstico. Hoy llueve, sol de mañana, pero en tu limbo... sonrisa de nimbo. Me dibujo en el caleidoscopio de tu risa, como un premolar sin destino, mientras la runa de tu semblante presagia un vendaval en la tierra. Raudo, el trino de tu voz alza un relincho. Mi caballita salvaje, cuánto me cuesta encontrar el lugar. Cuánto.

jueves, noviembre 03, 2005

Consuelo en
el ropero
dice
achís

Alergia
de consuelo:
alegría

(¿o será que quiere
haschich?)

martes, noviembre 01, 2005

Permanecer, retardarse conmigo. Acompañarme de la mano a subir por las escalinatas de mi ego emancipado. Convenir, por primera vez, un salto desde lo más alto. Condensar todo el ahogo en un respiro que no cede y saltar. En el impulso, al oído, un susurro. ¿Cómo obligarnos, ya en el aire, a guardar un secreto?

lunes, octubre 31, 2005

En la
profundidad
de un
pasillo

la verúnica
sombra
camina desnuda
y me
saluda

me
congratula

complicidad y
sigilo
de
dos
cuerpos

tras una puerta
cerrada.

domingo, octubre 30, 2005

Escritura que se remonta a las tempranas corridas por las sendas al costado de las vías del tren, donde esas espléndidas flores púrpuras crecen salvajemente en las entrañas de la alambrada, derramándose hasta el piso.
.
Escritura que perdura en la frescura de zambullir la cara en la fuente del jardín: escritura que salpica, para dejar de ser meramente escritura.
.
Escritura que muta en el estupendo olor a cebada que antes parecía retoñar de la chimenea de la cervecería, pero que ahora se huele por todas partes. Un aroma que se vuelve a sentir viajando en tren, donde las largas tiras de golosinas que papá compraba luego de exageradas súplicas, siguen reposando eternamente sobre sus añejos respaldos castaños. Dulces que hoy son libros, que dejan de ser libros para ser cuerpos. Cuerpos que, de estar naturalmente escritos, vuelven a ser rescritos todo el tiempo. La poética del retorno, encendida transfiguración de la escritura en vida.

sábado, octubre 29, 2005

Ausculto tu pecho,
cajita de voz
que repiquetea
hueca

Desnuda la voz
de tu carne,
por el mundo,
arrullando

Voz exiliada
del aturdido
cuerpo

Voz sin cuerpo,
cuerpo sin voz

Vos
y tu cuerpo
en la
...............................distancia

Vos
y tu voz
aquí,
en mi cuerpo

viernes, octubre 28, 2005

"En mi estante tengo amontonada hace meses toda la edición, porque como la vida no me ha dado hasta ahora ocasión suficiente para mostrar que soy poeta en actos, tengo miedo de que por ir mis versos a ser conocidos antes que mis acciones, vayan las gentes a creer que sólo soy, como tantos otros, poeta en versos."
José Martí, Carta a Manuel Mercado, 11 de agosto de 1882.

jueves, octubre 27, 2005

Puso las manos en sus bolsillos y decidió, como todas las noches, derramarse por la ciudad. Nunca supo los nombres de las calles, ni sus ubicaciones, ni las relaciones entre ellas y prefería seguir así, aunque es indudable que el trajín diario en Buenos Aires hace que uno, tarde o temprano, quiéralo o no, termine por reconocer las cinco o seis avenidas principales y aledaños. Pero no más, siempre se mantuvo invariable en la necesidad de no retener más de lo estrictamente necesario. La educación de un hombre, y aquí no se puede dejar de meditar acerca de la célebre bildung alemana, una educación que no consiste meramente en instrucción sino en una formación moral e integral, si intenta forjar verdaderamente un hombre libre, debería cincelarlo de un modo tal que no recuerde los beneméritos nombres y ubicaciones de las calles. Nadie puede elevarse hacia la humanitas si no es educado para ser libre y, en ese camino, uno de los pasos principales es andar por ahí sin pensar qué calle es ésta y cuál es aquélla. Ningún hombre que precie su libertad debería caer en la trampa de contemplar un mapa de la ciudad, ya que con ello perdería lo que lo distingue de la mera animalidad. La frialdad de una cuadrícula que cuadricula nuestros pasos nos encamina, aunque lo ignoremos, en un tránsito que se encuentra dirigido desde las más pretéritas voluntades. Un tránsito en el que devenimos en lo instintivamente animal: nos afirma, más allá que lo queramos o no, en una dirección que nos lleva, antes o después, hasta nuestras casas. Si queremos romper con los límites de esa animalización, deberíamos empezar a olvidar los nombres de las calles. Alelí lo sabe y por eso, todas las noches antes de salir a desparramarse por la ciudad, se golpea la cabeza contra la pared.

miércoles, octubre 26, 2005

Hubo un tiempo en que el arte surgía en mí de un modo concreto y era tomado en serio, riéndonos. Eran las épocas del CNBA, cuando a la edad de los dieciocho años mi amigo Joaquín defendía lo que tan dulcemente llamaba mi obra. Como todo, y en contra de lo que se pronostica en su texto, ello todavía perdura en su transfiguración. Dejo aquí su temprana magia y un enorme cariño para quien fue, en otro siglo, mi estimado cómplice.

martes, octubre 25, 2005

Pirómano que hay en

incendió
la-me
lancolía. Entera
ardía en
casa. Entonces

Dédalo
nos tomó
como
vaso de agua
Fluíamos por
él
sin poder
decir ni
a.

Vértigo,
desfallecimiento
en la glotis

Marsopas
y focas
nos aplaudían
en la cara.
Ocas
nos
manoteaban

Caíamos,
ahogábamos

(Fragmento de mi inédito Para desenlatar una poética del retorno)

lunes, octubre 24, 2005

Caminamos todos los atardeceres en un instante prófugo de la tarde. Desertores de los tiempos y los espacios, nos acurrucamos tímidamente dentro de una flor de azalea. Allí, mientras el suelo entornaba sus veredas y el cielo, enorme, apagaba sus lámparas, nos besamos como en ningún tiempo. El beso, médula de la flor, néctar que nos envolvió entre crisálidas. Ebrios y despojados, bailamos la música que nunca habíamos asido por ser la que oímos todo el tiempo: el silencio. De repente, del ojo de la flor, afloró un benteveo con be labial y nos rozó los labios; fue entonces cuando, recostados en un pétalo, nos apropiamos de la muerte.

domingo, octubre 23, 2005

Ojos en los que jadea el otoño tan retoño, ojos de remolinos que se despliegan entre bandadas de hojas ya doradas, ya adoradas. Gozo del parpadeo de tus ojos, ellos levantan ciclópeos vientos que me abren paso al interior de mi tempestad. ¿Hacia dónde me dirigen? ¿Cómo saberlo si lo que mira detrás de tu mirada todavía se me escurre entre los dedos? Tu mirada me desborda por donde la mire.

sábado, octubre 22, 2005

"El blog no es revolucionario, ni puede serlo. No es más que una estrategia frente a la miseria, tanto como juntar cartones para ganarse la vida y está muy bien que así sea."
Daniel Massei, Literatura y Miseria

viernes, octubre 21, 2005

Enmarañados en mi soplo, hurtan mi vuelo. Lanza pájaros mi figura. Pájaros que viran en la altura. Retornan cómplices, y mansos se cobijan en mi espesura, tarde en la tarde. Abro mis bosques, dispersan sus alas. Van para volver, para volver a ir. Se mecen en la lluviosa cadencia y vuelven tormentosos, con el asombro del extrañamiento. Atiendo el secreto de su palabra que espuma el misterio de un nuevo florecer. Despliegan savia los pájaros que hoy retornan y anidan en mi morada, para partir en la mañana.

jueves, octubre 20, 2005

Verte verterte entera,
en mí,
como leche

En mi boca

Verte espumar
mi cuerpo
y mi niebla

Con tu boca

Bocas que evocan,
recuerdan,
invocan

miércoles, octubre 19, 2005

Silueta se desenmarca del cuadro. El marco se eclipsa y desembarca en el mar. Marco y barco como retazos que se subliman en el recorte del horizonte. Contorno de un nosotros que trasunta libre y sin cuidados. La historia marca un desembarco del marco, los bordes han sido desgarrados. Cercanía que no intimida y tiempo que consuela. Un pliegue nos aúna en el flote, a modo de salvavidas, mientras lo rojo inunda por un tiempo el agua. Te embaraza la culpa y nos enciende en la oceánica tumba. Cambié consuelo por color, fontana y figura: gotea hondo y resta poco.

martes, octubre 18, 2005

Embelesado por aquella orilla desierta en la que se encontraba ahora, y mirando obnubilado el agua calma que mojaba sus pies descalzos, supo que el mar no existía, que era un simple reflejo del cielo que se proclamaba infinito y que, si se decidía, podría avanzar sobre él ya que al fin era sólo un inmenso espejismo. Así, avanzó caminando con pasos firmes sobre espumas marinas que, pensaba él, no serían más que bandadas de nubes agazapadas por ir vaya uno a saber dónde. El tiempo se escurría y, enroscándose con su figura, se marchaba por última vez. Cuánto miedo, caminar por lugares todavía no transitados, hacerlo a ciegas, abriéndose paso entre lo perdido, lo impalpable, lo aún no encontrado. Los despojos de la humanidad se troquelan de ese modo, en un intento desesperado por resurgir desde lo recóndito de la tierra. Retumban, nuevamente, los pasos de un animal extinto.

domingo, octubre 16, 2005

"Volverás un día, cuando el espíritu de la pradera que corre por tus venas te haga oír su llamado. Oirás su voz en el murmullo del arroyo, en las risas o en el llanto de los animalitos que crecieron junto a ti. O tal vez seas tú mismo, con la lealtad, la sencillez y la pureza que desde tu nacimiento llevas grabadas en tu instinto, el que decida volver". Ico, el caballito valiente.
A Verúnica.

Luego de correr la cortina espesa, la vislumbró suspendida de un hilo, única. Esta noche la luna se erigía como un elefante gigante, parecía que nunca había estado tan cerca de un hombre, tanto que, sin siquiera abrir la ventana, ella pudo tomarla en sus manos y guardarla en el lugar más recóndito del cuarto, un cajón de su rancia cómoda. Allí estaban atesoradas todas aquellas suaves y tiernas notas que demoraba en redimir cuando se disponía frente al piano. Estaba tan encantada con ellas que se detenía con cada una y, mirándolas dulcemente con una sonrisa enorme, las llevaba junto a su pecho y las abrazaba por un largo tiempo. Luego, lentamente, iba desprendiéndose de ellas y, arrojándolas hacia arriba, comenzaban a flotar por toda la habitación. Sus hermosas alas violáceas volvían a iluminar la noche (de mi alma).

viernes, octubre 14, 2005

I

Hay algo con su pelo,
imperceptible en su quietud,
en su reposo

Un misterio,
una demora

Demora del tiempo
que ya no es tiempo,
refugio de la intemperie
que fue tiempo
y desesperación

Tiempo que nos
tomó de golpe

Hoy,
tiempo a destiempo

II

Camina y lleva su pelo
como una corona,
símbolo
de su realeza

En su corona,
demora

miércoles, octubre 12, 2005

Esta tarde quisiera quedarme hablando con vos, haciendo de cuenta que me enamoro y te enamorás como cuando era chiquita. Como cuando todo era más simple y volvía del cole pensando que el chico que me gustaba había rozado con su hombro mi trenza bien larga. Todo pasaba por eso y por nada más. ¿Te acordás? ¿de la infancia? Anhelo volver a ello, en su simplicidad: frío con sol, lluvia con perfume a flores, paraguas amarillos, botitas para el barro. A veces me gustaría darte un beso en la boca y que vos no hagas nada.

lunes, octubre 10, 2005

La poética del retorno, una faena que muestra los dientes y los oculta en un silencio desquiciado. A ver. Los dientes son del doctor que nos abre la boca y nos los incrusta, sin preguntar y a carcajadas. Él nos da más dientes pero no es doctor, es el pone-saca dientes. Él nos sirve con dientes, nosotros buscamos los cuellos. Cuellos para morder con dientes a estrenar. Dientes de oro que cuestan millones y que podemos pagarlos porque nuestros papis tienen plata y nos compran lo que queramos. Nosotros, los pequebu, somos parásitos. Queremos comer, comer y comer. No hacemos más que comer bien. Comemos todo lo que hay a nuestro alrededor. Masticamos famélicamente cada cosa que nos ponen delante. Una tras otra, cogiéndola o no. Queremos que nos griten cuando cogemos, nos gritan y después no podemos dejar de llorar. ¿qué hemos hecho?, preguntamos.
.
Que quede claro, una poética del retorno es esencialmente pequeñoburguesa.

viernes, octubre 07, 2005

La palabra y el juego enlazados en una promesa: cerrar los ojos. Un juego que juega con la mirada que se vela y nos desvela. Desvela cuerpos detrás de nuestras ropas. Rasgar la promesa fue grabar el juego en miles de noches y primaveras. Los ojos que se abren y juegan a verlos jugar. Juegan con sus dedos, sus bocas, sus labios. En las clases y en las calles. Hoy, el alma de mi alma ríe.

martes, octubre 04, 2005

"El artista destaca y se retira, se inclina unas veces hacia ese lado, otras hacia el otro, lanza miradas, se comporta como si su cuerpo entero no fuera más que instrumento auxiliar de sus ojos, y como si él mismo no fuera, desde la coronilla hasta los pies, más que instrumento al servicio del enmarcar, puntear, rayar, precisar".
Paul Valéry en Degas, Danse, Dessin

domingo, octubre 02, 2005

La extensión de mi verde llanura está colmada de noches, campos que cantan y me asientan en su sol. Me invocan los fuegos de la oscuridad en una triste luz que no desiste, mientras alumbran mis pastos con sus sombras calientes. Se consume el pabilo y jadeante me despabilo... una mañana sin alba y sin porvenir.

(por Paula)
Tonight we fly / Over the friends that we've known / And those that we now know / And those who we've yet to meet

miércoles, septiembre 28, 2005

Calesita de vida: gira, gira y los volados miran. Pero dentro de mis adentros, el eclipse es total (y no se ve).
.
Voy a construir una poética del retorno. Ya empecé.

martes, septiembre 27, 2005

Con mis dedos revuelvo la tierra fresca que corre como un torrente entre mis sucias cavilaciones. La búsqueda no busca, desencuentra.

lunes, septiembre 26, 2005

Esta tarde el jacarandá se vuelve diáfana claridad en su cascada mientras el tiempo de un destierro se hace cuerpo en mi luz: “seamos libres, lo demás no importa nada”.
El amor hoy vuelve a presentarse en la forma de una palabra soplada que se dice rápido y bajito, pero que el viento no se lleva.

domingo, septiembre 25, 2005

Cierto viejo olor que vuelve me destierra como lugarteniente, una mixtura de zándalo y sangre me despiden desde su interioridad hacia el borde de la experiencia. Me confina lejos, aún dentro de mi propio templo. ¿Cómo seguir diciendo que es mi templo si me han robado el templo y la templanza, todo de un tirón? Elevada entre jazmines, ella es la que hoy retorna y se dispone a mandar, dejándome a mí en el límite de sus dominios. Al mí le ha sacado todo lo mío.

miércoles, septiembre 21, 2005

El Tiempo es mi tiempo en tu tiempo. Un bello Tiempo que nos ampara en el regazo más tierno de una perpetuación que comienza. Con la imprudencia de la furia nos acomete otro tiempo, un tiempo jacobino.
"El drama se sufre; la tragedia, en cambio, se merece, como todo lo grande". Roland Barthes, Cultura y Tragedia

martes, septiembre 20, 2005

Drama. Me levanto, me acuesto. Me levanto, me acuesto. Me levanto, me acuesto. Muero. Muero. Muero. Muero. Me levanto y me encuentro muerto. Me acuesto y me encuentro muerto. Muero mientras ella corre descalza, salpicándome. Estoy manchado, la tragedia mancha.

viernes, septiembre 16, 2005

Que seamos tres, cuatro. Dos hombres, dos mujeres. Mejor: una mujer, dos hombres. Pero no cualquier mujer, esa mujer y dos hombres. Élla. Tampoco podría ser cualquier hombre. El cuento no se escribe en un arranque de fiebre alborotada, tampoco consiste en cumplir fantasías. Lejanos de cualquier fantasía, lejanos del último hombre y de sus reproches, nos limitaremos a rozar la tersura de la seda con el goce de la mano para, luego, alejarnos sin decir.

sábado, septiembre 10, 2005

La desesperación se apoderó de ella, entregándome toda su vida en un decir que no acababa. Empecé a hablar con otra voz, una voz suave y silenciosa que la cuidaba. Me apasioné más que nunca por guardarla en mí para preservarla en su infancia, porque nuestras voces fueran marchándose de a poco y que, de pronto, nos encontráramos mudos. Voluntad de alcanzar, para siempre, un tipo de afonía que desgarre el cordón que nos une al mundo.

domingo, septiembre 04, 2005

Mi cuerpo es devorado mientras avanzo, a tientas, a través de las calles de la noche. La calma que anidaba entre las sombras ha huido. Camino solo por primera vez en décadas, y con los pasos advierto que los he descuidado demasiado. A ella y a su hermano, el silencio. Extraño el refugio que la serenidad me guardaba en su cuenco oscuro, ocultándome con abrazos renovados. Hoy soy un extraño y la hondura de sus cavidades me son hostiles. El tiempo pasa y desespero.

domingo, agosto 28, 2005

Desde aquí me vi desnudo, allá. Los sueños que me envolvieron anoche, hoy me dejan tendido en aquella cama y me contemplo desde cerca. Veo cómo me acaricia, cómo me toca. Siento sus suaves dedos sobre mi pecho, mi rostro, mi barba. Ella me dice algo, escucho que me habla, pero la voz es tenue y se apaga lentamente como una llama. Me apago junto con ella, como una débil llama. Pero también estoy acá, descubriéndome agonizante. Me muero y, a un tiempo, me veo morir. El dolor se multiplica y, en su argucia, se vuelve sofocante.

viernes, agosto 26, 2005

En el cuarto contiguo se deshace una delicada figura, callada y consumida en un lamento infinito. Las paredes juegan en ronda, y cayendo perpetuamente sobre ella, al ritmo del dolor inacabable, los gritos la desgarran en silencio. Sangre oscura, profundamente azulada, desborda de mis costados. En su goteo sin fin se viste de colores y baila, burlona. Dulce es mi sangre, tan dulcemente amarga.
Pasar y que las cosas sigan igual, siempre. Sabemos que no puede ser de ese modo, pero también hay muchas dudas. ¿Cómo, por dónde? Silencio. Todos sentimos miedo. Si pensamos en los equívocos, en que podemos equivocarnos... es difícil. Caer en lo mismo una y otra vez. No es caer... dirá alguno por allí. Hay algo de elevado en ello. Otro responderá que no es elevado en absoluto, que es miserable. Ese otro soy yo mismo, que hoy me soy ajeno. Debemos enajenarnos, revelarnos contra nosotros y ser más que nosotros. Ser otros. La pregunta es siempre la misma, ¿por dónde comenzar aquella tarea imposible?

lunes, agosto 22, 2005

“Los clásicos murieron en la guerra. Figuran entre nuestras víctimas de guerra. Si es cierto que hubo soldados que marcharon al frente llevando el Fausto en la mochila, también es cierto que los que volvieron de la guerra ya no los traían”.
Bertolt Brecht, Escritos sobre teatro.
Filosofía. Provocar y esperar que, como un rayo, suceda. En la contigüidad de la calma, un espacio. Un surco que abre un barranco y nos deja levantando las cejas. ¿Qué más en la vida que fruncir el ceño para que alguien roce sus surcos con los dedos? Levantar las cejas y esperar que alguien nos acaricie la frente, ¿qué otra cosa es la filosofía?

domingo, agosto 21, 2005

El sonido sonó como una luz. Quiero pensar en lo que no puede escucharse, en aquello de lo que podemos hablar (para nosotros), pero que no podemos escuchar de la boca de otros. Ante eso que no podemos de dejar de decir “no” cuando se presenta, ante eso quiero situar mi pensamiento, hoy.

De la nada se me aparecieron dos hombres, desconocidos. Me hablaron de cosas que no quería escuchar. De mi madre, de sus vidas, de su dinero. Quise perderme atrás de un baúl y entrar en lo que ellos llaman el perdón de la mentira. Porque uno suele mentir y eso lo deja en un baúl. Un baúl que se llena de borrasca y suena a calor. Un calor que pudre. Entonces se arma algo que se llama vida, la vida de un baúl que se miente y nos miente. Los soldados comen del baúl, se hacen fuertes desde el baúl. El baúl de la vida que los come y los escupe. El vómito crece desde el ser soldado y nos vomita a nosotros, los no soldados. No somos soldados por el asco que nos da empuñar la pija. La pija de la pija. Esa es la gran pija que se hace desdeñable por ser la pija con p mayuscula. El destino se nos cuela por el culo y nos dice que la pija se hace culo y nos desflora. Dejemos de joder con la pija. La pija es tan grande como la vida y el baúl no deja de llenar la pija y la vida. Nos llena el culo de pijas. Nos cogen los soldados, y gozamos.

lunes, agosto 15, 2005

No sirvo para calcular el tiempo. Siempre llego tarde a todos lados, esa noche no era la excepción. Ya estaban los cinco cuando llegué y, sin embargo, no habían comenzado. Saludé a todos muy rápido, me saqué el sobretodo y fui al baño. Mirándome frente al espejo, me preguntaba qué hacía ahí. Por más importante que fuera lo que se discutiera esa noche, no podía seguir corriendo el riesgo. En el momento que salía, Paula retuvo la puerta. Me abrazó fuerte y me dijo al oído:
- Luciano se enteró.
- ¿Quién fue? – le susurré.
- Creo que Javier.
Me dirigí a la mesa como si nada, y mirando todo el tiempo la mano de Luciano, que no dejaba de jugar con su vaso, me senté. Tardé dos o tres minutos en enfrentar la dureza de su mirada, mientras pensaba, por primera vez, que al fin y al cabo no era tan grave el asunto. Él sabía y todavía no me había dicho nada. ¿O especularía con que yo sabía que él sabía? Sin dudas, el que no dejaba de especular era yo.
Mientras tanto, Javier hablaba risueñamente sobre cierto concepto que se prefiguraba en Nietzsche pero que no había sido desarrollado hasta sus últimas consecuencias: la voluntad de poner. Paula, que acababa de llegar del baño, se reía desproporcionadamente, como si tratara de olvidarse de lo que pasaba. Poner bombas era en lo único que yo pensaba. No quedaba otra. Discutimos hora y media sobre la situación.
No quería quedarme sólo con Luciano, por eso fui el primero en levantarse. Le dije a Paula que fuera a abrirme, que me esperaban. Ella me sonrió de un modo muy particular, tanto que no sabría si fue un gesto cómplice o de reprobación. Yo ya lo había decidido, no quería quedarme ni un minuto más allí. Saludé de un modo general, me puse la gorra y salí.
Hacía frío, las madrugadas de invierno en Buenos Aires son crudas. Caminaba sin pensar en nada. El aire fresco me daba ímpetu para que caminara más rápido, y, en efecto, apuré el paso.

domingo, agosto 14, 2005

Extendió los brazos ampliamente, tanto que su torso parecía abrirse al abismo de un mar enardecido. Como si fuera al encuentro de un soplo divino, se crucificaba ante nosotros y no dejaba de sonreír. Fingiendo someterse a los límites de algún criterio, dijo: “ésta es mi medida”.
Necesito aire. El margen de un límite se acerca, estoy impaciente. Hay un cúmulo de ecos que hoy yerran por la habitación, sin ser invitados. Sin ser dados. Porque un eco es dado y es devuelto, sin vueltas. Aquí hay vueltas, extraños giros de los ecos que aparecen de repente, sin ser llamados. Escucho atento el reloj, son las cuatro de la tarde. Tendría tiempo de llegar si me apurara, pero ya es tarde: es tarde en la vida, es tarde en nuestra vida. La vida nos dejó solos y no puedo dejar de meditar en cómo eso pudo pasar. Es difícil imaginar cómo. Escucho la voz de una nena que me dice que no hay salida. Que hubo escapatorias, que ella las vio. -¿Por qué me decís esto recién ahora? -Porque el llanto no me dejaba hablar. Es tan tarde en nuestra vida que ya son las tres de la mañana, las cuatro.

sábado, agosto 13, 2005

Continencia, incontinencia. Consumación de lo que no puede confesarse. No públicamente. Él siempre volvió sobre sí, resguardándose. Y ahora está afuera, sólo, en la tormenta.

El sueño consiste en lo siguiente. Se levanta, deja la cama y se pierde tras de sí. Caminándose, la cama no se pierde. Queda allí, detrás, aunque no la vea... sabe que está ahí, esperándolo. Hoy la calle tiene algo nuevo que permanece detrás y que todos pueden ver. La cama, tal vez desenfocada, desencajada, pero ahí detrás. Algo la retiene detrás de él, algo que sobrepasa la fuerza de cualquier nudo. Pero el sentimiento es el mismo. Encadenado, estoy encadenado a ella.
El cuerpo, el sabor sórdido de un cuerpo profundo, un cuerpo tumultuoso. Un cuerpo que se desprende de sí (para adentro y para afuera) en dos, en tres. Purga. El cuerpo exuda, se desenfunda y se entrega: sin decir, sin murmurar. Cuerpo que se corta y se evade. Se evade para enfundarse nuevamente y partir. Y la sangre no deja de correr.

viernes, agosto 12, 2005

Comienzo por ahí, por el nombre. XXXXXXXX. Está sentada, así. Todo se juega ahí y así. Con ella no se deja de jugar. Es una niña, una niña caprichosa a la que hay que decirle que sí. Que sí, dije. Su juego circular, me gusta tanto. Me gustás tanto. No deja de perderse en el sinsentido de mañana, y desde allí me hace venir. Me hace venir sobre ella. Acabar es la palabra. Acabo en ella y vuelvo a empezar. Un ir y venir sobre lo mismo. Ahí y así. Su cara, así, riendo y llorando. De un momento al otro. Ir y venir. Y yo vuelvo a venir. Vengo sobre ella y me dice que no. Que ahora no. Juega, pero ya conozco su juego. Y yo que sí. Que sí... Acabar.... cabar.... cavar sobre ella, buscando impaciente un grito. Pero no el grito que uno podría escuchar aquí o allá. El grito del no-grito. Un grito que no grita. Quiero escuchar ese grito. Voy a escuchar el grito y a mojarla: en el rostro.